domingo, 3 de octubre de 2010

APRENDIZ DE MAGO (Adaptación del cuento tradicional)



Por Susana Dillon


En la más alta torre del castillo vivía un mago, muy, pero muy mago que hacía maravillas con sus encantos, sus palabras mágicas, su gran bonete tapizado de estrellas y las pócimas que cocinaba en la retortas de su laboratorio. Allí barbotaban filtros y elixires para curar dolores y amores.
Para que lo ayudara en sus menesteres, había empleado a un muchachito muy avispado, pero que le mezquinaba el cuerpo al trabajo.
Un día en que la torre no lucia muy limpia que digamos, le dijo al aprendiz: - A ver, muchacho si le das una baldeada a este piso y a las escaleras. Acá tienes la escoba.-
El muchachito se puso manos a la obra,  pero bien pronto se cansó. Se sentó en los escalones poniéndose a pensar- Qué tanto trabajo, esto es indigno de mi.- Y ahí nomás se le ocurrió una idea.-Voy a encantar a la escoba para que ella sola haga el trabajo. ¡De algo me tiene que servir la magia! -frenético se puso a buscar la fórmula en los libros de encantamientos, dale que dale hasta que la encontró.
Abra cadabra-pata-de-cabra-sin-salamín-que-se-lave-el-piso-en-un-momentín le ordenó a la escoba.
A la escoba le brotaron dos bracitos con los que empuñó dos baldes con lo que iba y venía de la fuente dando baldazos a diestra y siniestra.
En poco tiempo todo estaba inundado y la escoba no  paraba con el baldeo. Ya el agua amenazaba llevarse mesas y muebles, libros y retortas. Se había olvidado de averiguar cuáles eran las magias para parar el diluvio
-¡Basta, basta-sin-salamín-que-esto-es-el-final- gritaba el chico desesperado al no encontrar la solución. La escoba encantada no paraba de sacar agua y baldear.
En ésas apareció el gran mago diciendo las palabras oportunas que él solo
sabía. De inmediato la escoba se detuvo y se escurrieron los pisos.
Muchacho, para aprender las cosas de la sabiduría y de la magia, debes entender, como primera lección, que no hay trabajo poco digno por humilde que sea. No te enseñaré a desencantar escobas hasta que aprendas el valor de la dignidad del trabajo.
De allí en adelante el aprendiz de mago lavó pisos y más pisos, barrió patios, torres, salones, caballerizas, calles y puentes. Lo hizo a conciencia y con gusto, prolijo y constante. Por fin el gran mago,  viendo que su alumno había aprendido lo que era barrer con dignidad, le enseñó a desencantar escobas!!!

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